Siempre es de agradecer que un restaurante cuide el producto, pero cuando se trata de una hamburguesería, todavía más. Apostarlo (casi) todo a un plato –con sus variantes– necesita dedicación y Fitz Burger se ha esmerado pero bien empezando por una materia prima de calidad y terminando por servirla en un restaurante de atmósfera familiar que destila personalidad por los cuatro costados. A este rincón de la calle Gabriel de Lobo se viene a comer con los dedos, pero siempre productos de primera.
Las planchas de Fitz Burger solo cocinan hamburguesas de carne ecológica de verdad. Llega de una pieza con el sello de las carnes gallegas y ellos mismos la pican, la aliñan y la cocinan. Y el resultado es una carne sabrosa que habla por si sola, aunque puede entablar un diálogo perfecto si se acompaña de bacon y queso cheddar inglés (la Bacon & Cheese) o de barbacoa con cebolla caramelizada y jalapeños (la BBQ). El pan, por cierto, es de masa madre, más consistente y con más sabor. Se salen de la norma con la de ragout, que les lleva ni más ni menos que cinco horas de preparación, porque hablar de guisos como este, son palabras mayores.
Pero no sólo de hamburguesas vive Fitz Burger. Los amantes de la carne roja pueden probarla en el pepito tradicional de vaca rubia gallega o en el roast beef, que toma su versión más informal metiéndose en un sándwich. El pollo es otro de sus grandes productos. Los compran ecológicos y criados en libertad y se nota hasta en el tamaño de las alitas, grandes, con una carne sabrosa y consistente y adobadas en su justa medida, porque un producto así hay que respetarlo.
Nos hemos ido directos a los segundos porque la llamada de la carne es potente, pero hay que retroceder un poco para prestar atención a las ensaladas. En primer lugar porque las verduras y las hortalizas son ecológicas, escogidas personalmente por una de las dueñas. Y en segundo lugar porque las mezclas que hacen son frescas, apetecibles y completas. Para los clásicos, no falla la Caesar con bacon, parmesano y croutons, o la de canónigos con pollo, pipas, manzana y salsa de miel con mostaza. Pero si se quiere innovar, hay que apostar por la Wedge con salsa de queso azul o por la de quinoa y espinacas con ralladura de zanahoria, calabacín, tomate, queso fresco, jamón y vinagreta casera, la gran triunfadora.
Si estás lleno, comparte el postre, porque las tartas son todas caseras y ni una sola ha pasado por un congelador, imperativo de la pastelera que les sirve. En un pequeño obrador fuera del restaurante hace delicias americanas como la tarta de queso o la de zanahoria, una de las que primero se acaba porque apetece hasta en los desayunos Fitz Burger.
Antes de que los platos se lleven el protagonismo, echa un vistazo a tu alrededor. Un pájaro disecado y una foto de Warhol sobre una chimenea antigua, cuadros ecuestres entre bodegones minimalistas y adornos western, una estantería con libros, plantas, farolillos, papel de pared… Este eclecticismo solo buscar hacer que uno se sienta acogido, como en casa. Pero no en una casa de revista, sino una con solera, llena de recuerdos y de historias familiares como las que se viven en Fitz Burger.
Fotos: Paco Montanet.
Precios: Precio medio carta 25-30€
Horario: Lunes de 11:30 a 01h, de martes a jueves de 08:30 a 01h, de viernes a domingo de 08:30 a 02h
Teléfono: 91 051 7875
Dirección: Gabriel Lobo, 20
Metro: Cruz del Rayo
Online: Web / Facebook