El cocinero Unai Camba llega al barrio de Chueca con ganas de agitar al personal. Al menos eso es lo que produce su cocina, que consigue alegrarle el día a cualquiera que busque refugio del buen comer por la zona. Lo hace con su socia Cristina Ybarra, apasionada de la gastronomía y jefa de sala. La trayectoria del chef en el restaurante de su familia, Arce, ha sido impecable y, tras varios años dando algo más que la talla en la prestigiosa dirección, apuesta ahora por un concepto más fresco y relajado, libre de complejos o tabúes.

La idea era montar un sitio en el que comer muy bien, divertirse y no perder el bolsillo en el intento fuera una realidad. Para ello sigue la filosofía de buen producto y mucha temporada, con cambio de carta cada seis meses y un local que le va como anillo al dedo al rollo arreglado pero informal que trasmite. Decorado por Marisa Gutiérrez, los materiales utilizados y la combinación de colores como negro, dorado y blanco roto lo hacen tan elegante como sencillo y acogedor.

PRODUCTAZO A LA MESA

Nada más entrar está la zona de la barra, con horario ininterrumpido y varias mesitas altas y bajas donde se ofrece una carta reducida. Algunos títulos ya dan pistas del tipo de platillos que le gustan a Unai, como los Mejillones en escabeche casero, un método de cocinado que domina a la perfección y que en esta casa se utiliza como elaboración, no como conservación, suave y adictivo; o los Ahumados caseros, otra de las especialidades: en esta ocasión las opciones eran presa paleta de cerdo ibérico o pulpo. Además de ibéricos, quesos y foie hecho en casa, otro temazo es la Gilda, con la guindilla teñida de rojo con vinos generosos y gelatina. Se come de un bocado y la calidad de la oliva y la anchoa es de diez.

Tras la barra se halla el comedor, donde aparecen principales más contundentes pero que, del mismo modo, están pensados para compartir y probar un poco de todo. De hecho, tanto aquí como en la barra, todas las propuestas están disponibles en media ración. La fiesta puede empezar con unas Croquetas caseras de carrillera de ibérico y con la Trufa líquida, que llega a la mesa con pinta de trufa negra recién encontrada en el campo, con su tierrita y todo, pero que en realidad es una yema de huevo con nata, mantequilla y el hongo. Buena idea es continuar con el Tartar de gamba roja by Balky, muy celebrado por la crítica, o con los Raviolis de carrillera de ternera y salsa de su guiso, con parmesano rallado y parmentier de patata en la base.

Quedarse con un plato estrella es difícil, ya que todos han tenido buena acogida, como los Chipirones al ajillo y ali oli de su tinta o la Molleja de ternera guisada con salsa de vino dulce y cremoso de hinojo. De cara al invierno llega el momento de los guisos de cuchara y los pescados de roca o fondo marino, como rodaballo, lenguado o salmonete. Hasta entonces vale la pena acercarse a probar lo mencionado y, por supuesto, la Presa ibérica en semiescabeche, un manjar que brilla por la calidad de la carne y, sobre todo, por la sencillez y suavidad del escabeche, de ahí lo de semi.

La bodega es chiquitita, con etiquetas escogidas con acierto y una buena selección de generosos y champanes, disponibles también por copas. En los postres, con cinco opciones, destaca la Tarta de la abuela, que viene a ser la materialización de un recuerdo de juventud del cocinero, cuando en las meriendas no faltaba la Nocilla como ingrediente estrella. Se trata de un praliné de chocolate rebozado en avellana y acompañado con helado de vainilla. Un acierto. Como la mayoría de propuestas que desfilan en esta casa.

Dirección: Santo Tomé, 6 // Metro: Chueca // Teléfono: 91 210 87 09 // Horario: De 10:00 a 2:00. Cierra domingos y lunes // Precio medio: de 35 a 50€