Si hubiera boutiques carniceras, Cárnico (Eloy Gonzalo, 33 <M> Iglesia) sería una de sus mejores representantes. Una tienda de venta de carnes en el barrio de Chamberí con aspecto de carnicería de los años 50, cuyo único parecido con una carnicería tradicional del barrio es el concepto de venta de carne. Por lo demás, nada que ver. Porque Cárnico es un capricho para los entusiastas de la carne, de los cortes seleccionados y de las maduraciones largas que tanto se demandan hoy en día en los restaurantes más gourmet de la capital.
Gracias a Cárnico, podemos comprar carne de excelente calidad para llevar a casa, procedente de La Finca de Jiménez Barbero, su proveedor oficial y conocido por ser defensor de las carnes de la felicidad -es decir, procedente de animales que son bien alimentados y criados en un profundo respeto por la naturaleza-. Cada una de las piezas que exhibe su mostrador ha sido cuidadosamente seleccionada. De ahí que, además de carniceros, en Cárnico sean asesores: ayudan a cada cliente con consejos y trucos culinarios para sacarles el máximo partido en la cocina.
De hecho, para que la experiencia sea redonda, venden hasta los cuchillos más idóneos para corte, fabricados artesanalmente por Pallarés Solsona, otro de sus proveedores oficiales. No es lo único que está en venta: accesorios y herramientas (miniplanchas, pizarras, hasta especias, salsas, sales, vinos y hasta jamón de los Pedroches. Es más, si te encaprichas de los delantales de los carniceros, también pueden vendértelos, hechos artesanalmente con piel vacuno auténtico.
Y como Cárnico no es una carnicería al uso, sorprende con talleres, catas y degustaciones de sus carnes, y otras propuestas insólitas al servicio de sus clientes, como la ‘custodia de lomos de vacuno‘. Es decir, reserva lomos para sus clientes que pueden llevarse pieza por pieza, con la maduración específica que cada uno desee. ¿Se puede ser más exclusivo siendo de barrio?
Más información en www.carnico.es.